A NUESTROS ESTUDIANTES…….
Una de las funciones
específicas de las Escuelas de Medicina es la trasmisión de conocimientos
científicos a través de distintas formas siguiendo una estructura curricular propia de la Institución. Al mismo tiempo y como parte del proceso enseñanza-aprendizaje,
se adoptan sistemas de evaluación destinados a demostrar claramente y en forma
objetiva los logros alcanzados.
Sin embargo esta visión
tradicional de la enseñanza construída con contenidos claramente definidos y bajo una fuerte impronta enciclopedista, es sin duda parcial e insuficiente,
pues no
tiene en cuenta la absoluta necesidad de
aliarse con una realidad externa al ámbito académico, al que muchas veces critica y desprecia. No hay dudas que ejerce fuerte presión de distintas y novedosas maneras,
utilizando para ello numerosas redes
de información, medios audiovisuales cada
vez más exquisitos y perfectos y muchas otras formas de expresión independientes. Ignorar este hecho, es adoptar una actitud de ceguera
social imposible de sostener; sería como aislarse en un bunker donde se filtren los estímulos exteriores para armar todo
un engranaje de enfrentamientos inútiles
que nos llevarían inevitablemente al ostracismo y aislamiento.
Cuando recorremos los
claustros universitarios comprobamos que el mundo estudiantil pertenece a un
grupo etáreo que definimos en su gran
mayoría como adolescencia. Este período
de la vida fue
clásicamente definido por límites de edades, pero hoy, frente
a los cambios sociales y económicos imperantes, se intentan nuevas
definiciones que acoplen los cambios
biológicos a otras características singulares, entre otras, la dependencia
económica y la relación con sus
familiares directos. Todo ello transforma este
período en una de las épocas más definitorias en la vida del ser humano.
Es la época de las grandes
vicisitudes, temores, sueños, confrontaciones permanentes entre el deseo de
libertad y la necesidad de conservar el amor y apoyo de los seres queridos, de
autonomía pero sin la obligación de la toma de decisiones, de errores y
aciertos, de cambios de todo tipo, a
veces difíciles de asimilar y aceptar y por sobre
todo la necesidad biológica, intelectual y afectiva de construir una
identidad, la marca registrada que los definirá durante el resto de la vida. Es
la época de las grandes dudas, de los grandes interrogantes, muchas veces
respondidas por personas inadecuadas lo cual provoca mayor confusión y desorientación. Es la época de
comenzar a hacer un análisis crítico de la realidad que los circunda, (la
familia, la universidad, la ciudad, el país, el mundo todo) y descubrir muchas veces que lo
que ven y lo que tocan no resulta ser lo convincente y confortable que
imaginaban.
Es la época de los
PORQUÉ, de los PARA QUÉ, de los CUÁNDO, de los CÓMO, y de tantas preguntas más.
Sobre esas débiles
bases, algo endebles transitoriamente, se deberá construir el sólido adulto del mañana. Y es allí donde la
estructura académica, con firmeza y convicción,
deberá inculcar el sentido de responsabilidad, enseñarles que deben
hacerse cargo de sus actitudes, de enfrentar los problemas con decisión mas allá de los resultados. Enseñarles a
crecer con principios básicos de convivencia, con respeto, con orden y con la aceptación de una estructura jerárquica
inevitable que será seguramente la realidad de toda su
vida. Deberán aprender e incorporar en su léxico diario el concepto de impunidad,
es decir, pensar que sus actos, sobre todo aquellos poco razonables y con
resultados no esperados, los comprometen sin excusas a tener que rendir cuenta de los mismos, ante sus pares, organizaciones de todo tipo, estructuras
institucionales y otros, pero sobre
todo ante ellos mismos. Deben aprender que las leyes existen y que deben respetarlas
les gusten o no. Así se construye una sociedad con equidad y justicia donde
todos, absolutamente todos, son iguales ante la ley, no sólo en sus derechos sino también y, por sobre todo, en sus obligaciones.
Crecer y desarrollarse no es solamente el hecho biológico del
aumento de la talla, del peso, de manifestaciones corporales importantes que lo
acompañan, sino también de cambios intelectuales y afectivos. Crecer es aceptar
permanentemente desafíos, buscar
activamente soluciones a los problemas, participar en la toma de decisiones, desarrollar la crítica constructiva y generar propuestas innovadoras que se
adapten a los cambios propios de los tiempos actuales. Crecer es aceptar
que debe existir un orden, una línea
directriz, una estructura donde lo social y lo comunitario no sean sólo una definición de diccionario sino la sumatoria
de muchas individualidades en donde cada uno aporte su propio pensamiento y sus
experiencias para lograr un resultado
final que sea la expresión de un pensamiento social compartido. Crecer es
consenso y disenso, es aporte y réplica, es hablar y escuchar, es pensamiento y
diálogo, es lectura y memoria. Son muchas exigencias casi al mismo tiempo, pero que dejarán para siempre una
lección, la mayoría de las veces, difícil de olvidar.
Mientras definimos las características de la época vital
por la que los
jóvenes están transitando, debemos enfatizar también que deben tomar conciencia
de sus derechos.. Derecho a la verdad, a informarse, a la duda, a la
rebeldía frente a modelos estereotipados, al conocimiento, al apoyo, a la
compresión y a muchas
otras cosas que servirán a
una sana maduración y desarrollo.. Aun con todo
ello, hay
que aceptar que su inserción
progresiva en una sociedad de adultos, requiere establecer límites compatibles
con una convivencia armónica donde se aprenda a respetar los derechos de los otros.
Es por ello que el mundo exterior toma
actitudes aparentemente duras y hasta autoritarias pues las circunstancias obligan a marcar límites,
buscando el bien general por sobre el particular o personal.
En este resumen de derechos y obligaciones, de actitudes y aptitudes, de
conductas y actividades, se teje el
entramado del hombre que avanza hacia la adquisición de todas sus potencialidades,
físicas, intelectuales y afectivas.
Desde los orígenes hasta nuestros
días, los hombres se han desprendido de su ferocidad primitiva y han recorrido
los intrincados y muchas veces difíciles caminos hacia el conocimiento. buscando la fórmula ideal donde coexistan ciencia y cultura,
espíritu y afectos, confluyendo todos hacia un ser humano con talento y
sensibilidad. De esa conjunción nacerán valores éticos, comprensión y solidaridad social, con capacidad de
transformación dinámica para no sumirse en
una actitud pasiva expectante que acepta resignadamente lo que hoy el mundo le ofrece.
En la suma de esos valores se
encuentra el rumbo por medio del cual el hombre busca salir de un aislamiento
egoísta que lo encierra en su especialidad, en la ciencia que se aleja de otras
ciencias y se divorcia de la esencia humana y la cultura.
¿Qué hombre se busca ? ¿Qué hombre espera la
sociedad en pleno? será aquél que ha humanizado los
conocimientos adquiridos en una larga sucesión de eslabones de aprendizaje y
vivencias en participaciones equivalentes y complementarias, llegando uno a
subordinarse al otro y viceversa?
O….¿ queremos un hombre que opta por
el humanismo como un lujo o refinamiento de estudiosos que tienen tiempo para
gastarlo en frivolidades disfrazadas de satisfacciones espirituales?
No hay dudas de que se debe construir un hombre cuya
filosofía de vida le permita entender sus propias aspiraciones pero al mismo
tiempo comprender miserias, realidades, sueños, certezas y contradicciones. Disfrutar
con lo que es bello, con lo que es justo, fijando
normas que resulten en una convivencia confortable y gratificante, donde la
materia se funda con el espíritu en una unidad inquebrantable.
Los que hoy son Maestros, Profesores,
Docentes o Instructores tienen la posibilidad y gran responsabilidad de ser
verdaderos guías para alcanzar ese cometido, esa meta.
Todos, en conjunto, educandos y
educadores deben tomar conciencia de que no son omnipotentes ni imprescindibles y sobre todo
valorizar el mundo de las emociones. Si no se toma en cuenta lo espiritual, los afectos, la
responsabilidad social hacia nuestro entorno lo científico exclusivo pierde gran parte de su valor. El avance de la tecnología ha alcanzado dimensiones
insospechadas. Sería absurdo negar su invalorable contribución al avance de la
ciencia y del conocimiento, pero
deberíamos aceptarla como parte complementaria en el proceso del razonamiento pues de otra manera, se correría el inmenso peligro de que el espíritu
crítico se pierda en función del
automatismo de la tecnología; de esta manera el
Homo Sapiens se transformaría en algo muy parecido a las máquinas sin sensaciones,
con programas preestablecidos donde no se admite el error ni el disenso. De esa
forma la enseñanza, es decir, la noble tarea de
formación y la difusión del conocimiento, corre el riesgo de caer en la
rutina o degenerar en el dogmatismo.
Planteado de esta forma, aparece
claramente la necesidad de nuevos objetivos, que sobre los cimientos de la
riqueza material y el esplendor económico , se edifique una fortaleza que simbolice el
destino superior del hombre, respetuoso de las obras de su inteligencia pero
también enamorado de la emoción de la belleza, la bondad, la justicia y la
solidaridad entre todos los seres humanos; donde el
poder no sea ejercido por quienes solamente acumularon bienes materiales a veces de manera
tortuosa y poco clara, provocando la aparición de sociedades donde prevalece la desigual
distribución de los recursos con los
resultados que hoy sufrimos.
Por todo lo expuesto y en el goce permanente de una vida compleja
pero completa, el
joven podrá hacerse cargo de los errores propios y ajenos,
entender la soledad, la pobreza, la mentira, la riqueza, las falencias y
necesidades de una sociedad enceguecida por el consumismo pero ávida al mismo
tiempo de nuevas fórmulas de felicidad y realización. Recién entonces estará en condiciones de escuchar fraternalmente y de
otorgar generosamente silencios oportunos y palabras de aliento con compañía y acompañamiento y sabrá interpretar
el llanto y el enojo, la risa y el desconcierto, la duda y la agresión, la
espera y la impaciencia, la fe y la desesperanza.
La pregunta, ¿es esto sólo una
ilusión, una expresión de deseos, un sueño inalcanzable?
Las distancias las acortan los mismos
hombres, desde diferentes lugares: instituciones, familia, religiones, que deben
interactuar en forma complementaria para no formar hombre duros, de
inteligencia aislada y excluyente, que se muevan con una escala de valores pobremente
parcializada. Se busca otro, con perfil distinto, que no
permitirá que se le hagan trampas a la vida, confundiendo lo que está bien y lo
que está mal.
Es éste un desafío
inmenso. Supone un esfuerzo intelectual enorme y desproporcionado en función de
lo que el mundo actual exige y espera. Se está frente a una situación
límite, donde participamos
como un eslabón en una
cadena de exigencias y responsabilidades donde la individualidad se
ha minimizado dirigiéndose hacia
una sociedad homogeneizada con ideales promedio, con objetivos de producción y consumo
y con concepto de participación comercial y financiera, donde lo macro se logra
a través de la renuncia a lo micro.
Si tomamos conciencia de todo esto, estaremos a tiempo de revertir la tendencia actual y producir cambios favorables en la historia, aunque con ello lleguemos a ser considerados transgresores y
la transgresión siempre se paga. Lo
importante es que vale la pena intentarlo y si llega el momento de cancelar la deuda no
renunciemos ,
a pesar de todo a tratar de ser lo que queremos ser, soñando con lo
que debería ser. Este es un maravilloso esfuerzo, individual,
solitario y difícil, lleno de sinsabores y decepciones, pero ineludible obligación para tratar de ser
dueños de nuestro destino.
Dr. Francisco
Alfredo Femenía
Gracias por todo lo que has brindado a tus alumnos.
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